Desde el día X de algún pasado mítico cuando un homínido descubrió que el fémur de un antílope esgrimido con fuerza podría ser un arma (esos primeros minutos de la película 2001 Odisea del Espacio, que Stanley Kubrick filmó en 1968, siguen siendo de antología), el avance tecnológico no sólo no se ha detenido: su velocidad crece a ritmo de vértigo.
Por eso no debería sorprendernos el dato, pero lo hace: cuatro hospitales de la Argentina ya cuentan con al menos un cirujano robot. Tiene siete pedales y cuatro brazos de una versatilidad de movimientos imposible para una mano humana (gira 540°) y, al contrario que los comandos de un laparoscopio, se maneja con movimientos totalmente intuitivos. Se llama Da Vinci, y fue presentado en Tucumán hace unos días, durante el XXIX Congreso Científico Argentino de Estudiantes de Medicina, por Belén Cepa Frega, ingeniera biomédica egresada de la Universidad Favaloro.
“El nacimiento de la cirugía robótica fue consecuencia de la guerra. Empieza a plantearlo la Armada de los EE.UU. para tratar pacientes en el campo de batalla”, cuenta y agrega que la primera versión de Da Vinci fue diseñada en la década de 1980.
“Ya van en la tercera generación -añade- y en 2000 fue el primer sistema robótico aprobado por la FDA (la agencia estadounidense de Administración de alimentos y medicamentos)”. Debutó ese año con una cirugía de próstata.
Lo que se ha logrado con Da Vinci es hacer mínima la invasividad sin comprometer la eficacia: aumenta hasta 10 veces, en forma tridimensional y en alta definición, la visión del campo operatorio; pero además, incrementa la precisión, porque sus circuitos filtran los temblores de la mano del cirujano. Y otro dato no menor: el rendimiento de este será mayor, porque guía la operación desde una consola, sentado.
“¿Se imaginan las ventajas de no sentir el cansancio de las piernas cuando las cirugías duran siete, ocho o más horas?”, preguntó Cepa Fraga a su admirado auditorio. E inmediatamente advirtió: “la precisión, la seguridad, la información técnica disponible en pantalla y hasta la comodidad son ventajas comparativas, pero que quede claro: la decisión clínica siempre es del cirujano”.
Reaprender a operar
“Se hacen a los sumo cuatro incisiones, para los trócares, una suerte de tapones donde se colocan los brazos del robot. Primero ingresa la cámara; los otros brazos quedan separados por entre 8 y 10 cm, para que no se choquen y para no limitar el rango de movimientos”, explicó la ingeniera. Y, como si jugara un terriblemente serio videojuego, por medio de joysticks el cirujano le indica al robot los movimientos necesarios. Y si quedara en una posición incómoda para lograr precisión, puede pausar el movimiento, acomodar sus manos y continuar como pretendía. El sistema Da Vinci incluye un simulador, que permite al cirujano practicar habilidades quirúrgicas en un entorno sin pacientes. “Se sigue un protocolo muy estricto y se acorta así la curva de aprendizaje. En la siguiente etapa el cirujano opera guiado por un experto”.
> En Argentina hay seis programas robóticos, disponibles en...
- Hospital Italiano, desde 2008, con seis cirujanos capacitados y 1.400 cirugías realizadas, especialmente cirugías del área de urología.
- Hospital Escuela de Agudos Dr. Ramón Madariaga, de Misiones, desde 2012, con siete cirujanos capacitados y 400 cirugías realizadas.
- Hospital Policial Churruca, de CABA, desde 2015, con seis cirujanos capacitados y 450 cirugías realizadas. Desde el primer momento se trabajó con multiespecialidad.
- Hospital Municipal Abete, de Malvinas Argentinas, provincia de Buenos Aires, cuenta con dos robots desde 2009. Ocho cirujanos se capacitaron.
> Va a donde esté el paciente
El tomógrafo móvil CERE-TOM es liviano, y no necesita búnker para ser usado.
“Entre el 40% y el 60% de los traslados intrahospitalarios de pacientes críticos genera complicaciones”, asegura la ingeniera biomédica Belén Cepa Frega. Imaginemos si, además, hay que trasladar pacientes a otras instituciones: ambulancias, baches en las calles, maniobras bruscas... Este tomógrafo móvil también funciona ya en algunos hospitales de Argentina (Fleni, Churruca, Gutiérrez, Austral): es compacto y puede alimentarse con baterías o desde la red eléctrica. Permite obtener imágenes de cabeza, cuello y extremidades en adultos, y de cuerpo entero en pacientes pediátricos y neonatos. Está autoblindado y posee tres cortinas plomadas, por lo que absorbe casi la totalidad de la radiación dispersa.
> Ingeniería de tejidos
Biocelulosa que ayuda a cicatrizar heridas
Este “parche” es una película de microfibra de celulosa que ayuda a que la epidermis se regenere. Es porosa, pero su permeabilidad es selectiva: permite el pasaje de vapores de agua, pero impide el de microorganismos. Esto la hace muy eficaz, porque no necesita cambios diarios, con los que se corre el riesgo de remover la piel que se está formando. A medida que la piel está sana, la película se va soltando de la lesión sin dolor. “Se puede dejar puesta hasta 15 días -explica la ingeniera biomédica Belén Cepa Frega-, lo que permite, por ejemplo bañarse. Y se usa en quemaduras de primer grado, en úlceras de pacientes diabéticos o cuando se hacen autotrasplantes de tejidos”. En Buenos Aires ya se está utilizando en hospitales públicos de Buenos Aires: en el de Quemados y en el Hospital de Niños Ricardo Gutiérrez.
> Rayos x, pero pocos
El sistema, ideal para niños con escoliosis, todavía no está disponible en la Argentina
Se trata de un escáner vertical que permite dos imágenes de cuerpo completo en proyecciones tradicionales (2D); pero además, usando esa imágenes se pueden crear modelos 3D del esqueleto, lo que permite, por ejemplo, planificar cirugías o diseñar prótesis. Además, la cantidad de radiación es 50% menos que la de los rayos X tradicionales. “La otra posibilidad de obtener imágenes de este tipo, cruciales en casos de chicos con escoliosis, sería una tomografía computada, pero allí el paciente está acostado, sin cargar su propio peso y la radiación es un 85% mayor. Y esos pacientes necesitan controles frecuentes. Bajar la radiación es clave”, informó la ingeniera biomédica María Belén Cepa Frega, durante el Congreso de Estudiantes de Medicina.